21 de abril de 2012

Personalidades y maltrato (I)

"Empiezas cediendo, para que no se enfade, para conservarle. 
Crees que te quiere porque da cosas buenas pero cada vez 
van apareciendo más cosas malas."
-Galligo Estévez-

PERSONALIDAD NARCISISTA 

Normalmente cuando una mujer ha sido maltratada, existe la creencia de que este patrón volverá a ser repetido por la agredida y que en su siguiente pareja buscará a alguien que tenga unos patrones parecidos de personalidad, y por lo tanto, acabará de nuevo en una relación de sumisión. 

No es la intención de este post repasar la causas por las que ocurre esto, la personalidad de la mujer maltratada será tratada posteriormente. En esta primera entrada hablaremos de la personalidad narcisista como uno de los tipos que puede ser la clase de personalidad dominante en una relación de maltrato, es decir, una de las personalidades predisponentes a tomar el papel de agresor. 

Espero que la descripción del trastorno sirva a identificar los patrones por parte de personas que pueden estar sufriendo este fenómeno.

El resto de este texto es un extracto del libro: Acoso moral de Marie-France Hirigoyen donde nos describe brillantemente el fenómeno. 

"Los rasgos sobresalientes de las personalidades narcisistas son la grandiosidad, la exagerada centralización en sí mismos y una notable falta de interés y empatía hacia los demás, no obstante la avidez con que buscan su tributo y aprobación. Sienten una gran envidia hacia aquellos que poseen algo que ellos no tienen o simplemente parecen disfrutar de sus vidas. No sólo les falta profundidad emocional y capacidad para comprender las complejas emociones de los demás, sino que además sus propios sentimientos carecen de diferenciación, encendiéndose en rápidos destellos para dispersarse inmediatamente. En particular, son incapaces de experimentar auténticos sentimientos de tristeza, duelo y reacciones depresivas, siendo esta última una característica básica de sus personalidades. Cuando se sienten abandonados o defraudados por otras personas, suelen exhibir una respuesta aparentemente depresiva pero que, examinada con mayor detenimiento, resulta ser de enojo y resentimiento cargado de deseos de venganza, y no una verdadera tristeza por la pérdida de una persona que apreciaban.

Son individuos megalómanos que se colocan en una posición de patrón de referencia del bien y el mal y de la verdad. A menudo se les atribuye un aire moralizador, superior y distante.

A menudo se les describe como personas seductoras y brillantes. Una vez que pesca al “pez” basta con mantenerlo enganchado mientras que se le necesite. El otro no existe, no se le ve ni se le escucha; es simplemente útil. No existe la noción de respeto al otro.

No se interesan por las complejas emociones de los demás. Son impermeables al otro y a su diferencia, salvo en los casos que esa diferencia pueda molestarles. Se produce una negación total de la identidad del otro, cuya actitud y pensamientos tienen que conformarse a la imagen que los perversos tienen del mundo.

Los perversos nunca son responsable o culpables, todo lo que anda mal es siempre culpa de los demás.

Estos agresores no son en ningún modo autónomos; sin embargo, piensan que es el otro el que solicita la sujeción. Se niegan a ver el carácter depredador de su propio enganche, pues ello  podría provocar una percepción negativa de su imagen. Si el compañero se muestra independiente lo pueden interpretar como hostil y rechazador.

Donde podría aparecer la culpabilidad, nace una angustia insoportable que se proyecta con violencia sobre el chivo expiatorio. Proyectar todo lo malo sobre alguien les ayuda a sentirse mejor  y les garantiza cierta estabilidad."

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Hirigoyen, M. F (1999) El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana. Buenos Aires. Paidós.
Galligo Estévez, F (2009) SOS... Mi chico me pega pero yo le quiero. Madrid. Pirámide

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